NIÑO SILVESTRE
Hijo del cerro,
presagio de mala muerte,
niño silvestre
que acechando la acera viene y va.
Niño de nadie
que buscándose la vida
desluce la avenida
y le da mala fama a la ciudad.
Recién nacido
con la inocencia amputada
que en la manada
redime su pecado de existir.
Niño sin niño,
indefenso y asustado
que aprende a fuerza de palos
como las bestias a sobrevivir.
Niño silvestre
lustrabotas y ratero
se vende a piezas o entero
como onza de chocolate.
Ronda la calle
mientras el día la ronde
que por la noche se esconde
para que no le maten.
Y si la suerte,
por llamarlo de algún modo,
ahuyenta al lobo
y le alarga la vida un poco más.
Si el pegamento
no le pudre los pulmones,
si escapa de los matones,
si sobrevive al látigo, quizás
llegue hasta viejo
entre cárceles y «fierros»
sembrando el cerro
de más niños silvestres, al azar,
y cualquier noche
en un trabajo de limpieza
le vuele la cabeza
a alguno de ellos, sin pestañear.