MALASANGRE
Malasangre se escapó al doblar la esquina.
Le abrió su capa la noche y le escondió.
Con los ojos colorados, la vecina
del entresuelo amaneció.
Que no ha de buscarte más, solloza y jura
sentadita en el cubo de la basura.
Aún piensa que el rocío
y la barriga hueca
te dirán por dónde volver.
Que cruzarás la calle,
empujarás la puerta
y buscarás algo de comer.
Que mancharás la alfombra,
bajarás los ojos
y te irás a esconder a un rincón,
afligido.
Malasangre consentido.
Mala sangre, dice, que anda por tus venas.
“Fíjese usted que no es la primera vez.
Se alborota con calor y Luna llena.»
Se desespera y tras cualquiera echa a correr.»
Mala sangre que te salva, perro ingrato,
de quien te dio cariño, cobijo y plato
y te entregó su casa,
sus noches de invierno
y su calor de buena mujer.
Convirtió en caricias
tus lamidos lerdos
y te enseñó el hocico a mover.
Muchas son las deudas,
perro callejero.
Cualquier día no vas a ser
bienvenido.
Malasangre consentido.
Que alegría
la del sol cuando te vea
festejando con el día
sin bozal y sin correa.
Y no vuelvas a rondar esa escalera,
que en cualquier momento puede suceder
que te dejen de un mal golpe de tijeras
sin atributos para ejercer.
Y uno menos a sembrar de hijos la tierra.
Y hay tantas calles, tanto sol y tantas perras
necesitando marido,
Malasangre consentido.