CONVERSANDO CON LA NOCHE Y CON EL VIENTO

Empeñado en barrer
el atardecer
sorprendí al viento.
Era un chiquillo desnudo
que, al verme, me brincó al cuello
y se puso a enredar con mi cabello.

Temblaba su voz
entre las ramas del manzano.
Silbaba entre los cañizos
cosas que uno anda cantando
y nos pilló la noche conversando

de atardeceres
y de soledades.
De andar y andar
buscando verdades
para encontrar
siempre otra pregunta.
Ir y venir
y no llegar nunca.

Corazón de pluma
¿por qué pierdes el tiempo
conversando con la noche y con el viento…?

Volvía del Sur.
Era perezoso y caliente,
con las alforjas cargadas
de polvareda y simientes
de otros sementeros y de otras gentes.

Tenía tanto para contar
desde el árbol de las manzanas,
tantas imaginaciones, que
la noche se resbalaba
por sentarse a oír lo que contaba,

de atardeceres
y de soledades.
De andar y andar
buscando verdades
para encontrar
siempre otra pregunta.
Ir y venir
y no llegar nunca.