QUERIDA

Disculpe que insista, querida,
pero es imprescindible su colaboración
para saber dónde se me ha perdido
la muchacha que hace un rato estaba aquí conmigo
echando aceite en mi lamparilla,
tratándome como a uno de la familia.
No sabe con cuánto mimo
cuida esas cosas que usted tanto desprecia en mí.
Vea mis dedos desde que no la toco
menguando entre mis propias manos poco a poco.
Me vienen anchos los pantalones,
hablo solo y sufro alucinaciones.

¿Le importaría darse la vuelta?
Déjeme verla de frente,
póngase aquí en la luz junto a la puerta.
¡Se le parece tanto físicamente!
Avíseme si volviera,
no es por capricho,
le juré amor eterno y no quisiera
quedar en entredicho.

Y parece todo tan fácil
como extender la mano,
y es tan lejano
y tan frágil
que estoy tentado a emprender hoy mismo
un curso acelerado de transformismo.

Esconda las uñas, querida,
no soy el enemigo, no es esa mi intención.
Sólo sospecho que es usted quien esconde
contra su voluntad algo que me corresponde.
Póngale fin a ese disparate,
vengo dispuesto a negociar el rescate.

¿Le importaría que eche un vistazo
por sus intimidades,
que me dé un chapuzón entre sus brazos
prescindiendo de formalidades?
Avíseme si volviera,
no es por capricho,
le juré amor eterno y no quisiera
quedar en entredicho.