CIUDADANO

Anónimos y desterrados
en el ruidoso tumulto callejero
con los vientos en contra van los ciudadanos,
los bolsillos temblando y el alma en cueros.
Rotos y desarraigados.

Hablando a gritos,
golpeando los adjetivos precipitadamente,
asfixiados en los humos y en las gestiones,
se cruzan y entrecruzan,
sordos e indiferentes,
a salvo en sus caparazones.

A quién le importarán
tus deudas y tus deudores
o los achaques
de tus mayores.

Así reviente el señor
de miedo y de soledad.
Con Dios, ciudadano.
Ya te apañarás.

Y se amontonan y se hacinan
encima, enfrente, abajo, atrás y al lado.
En amargas colmenas los clasifican,
donde tan ignorantes como ignorados
crecen y se multiplican,

para que siga especulando
con su trabajo, su agua, su aire y su calle
la gente encantadora, los comediantes
qué poco saben de nada,
nada de nadie, y son
ciudadanos importantes.

Hijos predilectos,
científicos admirados,
tiernos poetas
galardonados,

intermediarios, ciempiés,
políticos de salón,
y nueve de cada diez estrellas,
lo son.