La emoción contenida de Serrat

El cantautor presenta «Hijo de la luz y de la sombra», disco tributo a Miguel Hernández, hasta el 26 de septiembre en Madrid

«Llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida». Entona Joan Manuel Serrat estos versos de Miguel Hernández para abrir su concierto monográfico al poeta de Orihuela y pareciera que a sus sesenta y seis años, tras un cáncer de vejiga, un nódulo pulmonar, centenares de canciones y, sobre todo, mucha vida, el cantautor no pudiera haber encontrado palabras más certeras.

Frente a un aforo completo de poco menos de 1250 personas en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, Serrat comenzó su concierto de presentación de «Hijo de la luz y de la sombra» dejando bien claro el motivo del encuentro: un homenaje a aquel poeta pastor por el centenario de su nacimiento. «Supongo que todos lo entienden e incluso lo agradecen», comentó. «Estamos emplazados en un próximo encuentro a hacer un concierto de grandes éxitos, incluso puedo llegar a canciones dedicadas», bromeó.

Pero a partir de ese momento, quedó claro por la contención y la intimidad de la noche, que el verdadero protagonista, el que estrujaba los corazones de todos, era el único que no podía estar presente de forma física. El público enmudecido no tarareó ni una sola de las canciones, no porque no las supiera –muchos de los presentes llevaban más de tres décadas cantándolas- sino porque estaban sumidos en un encuentro humilde y solemne.

«Miguel Hernández recibe una carta de su mujer en la que le dice que tuvieron que vender la última cabra, la que daba leche para el niño», cuenta Serrat y así se abre paso a la esperada «Las nanas de la cebolla», en la cual las narices traicionaron los llantos contenidos, y después de la cual el propio Serrat pareció emocionarse. Pero fue quizás «Menos tu vientre» la canción que brindó el momento más íntimo, con la sala en penumbras, Serrat guitarra en mano y acompañado de su violinista.

Un momento en que pocos contuvieron su emoción fue en «Para la libertad», en el que el público no paró de aplaudir, mientras en las pantallas aparecían recortes de prensa con titulares como «Adiós Franco, adiós» o «Mañana España será una democracia». Cuando el catalán entonó el final, «Y aún tengo la vida», el auditorio estalló de emoción, pero él volvió a contener a su público.

El concierto concluyó con la canción más festiva de la jornada, «Dale que dale», en la que el cantautor hasta se animó con pases de baile. Qué importa que en ocasiones a Serrat no le llegara la voz en las notas más bajas: la ovación fue de pie.

Fuente: ABC

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