Serrat, Belén, Manuel y Ríos: La fiesta interminable de los dueños del tiempo

El cuarteto inició su serie de shows en el Luna Park con un repertorio imbatible y un recorrido por momentos de distintas emociones e intensidades

El espectáculo que Ana Belén, Joan Manuel Serrat, Miguel Ríos y Víctor Manuel presentaron anoche en el Luna Park se llama El gusto es nuestro. 20 años. Pero bien podría titularse El tiempo es nuestro. Las referencias a la duración de las cosas fueron una constante a lo largo del primer show de la gira, que duró casi tres horas y media, a lo largo de las cuales sonó una cuarentena de canciones.

“Seguro que algunos de ustedes estuvieron hace 20 años en este mismo lugar”, buscó confirmar Víctor Manuel en complicidad con la multitud que agotó las localidades del estadio hace unos cuantos meses. Y el coro de “sí” llegó como una salva, desde la platea del estadio. “Qué bien nos sentó este del tiempo”, agregó más tarde Serrat. “Esta será mi despedida. En estos 20 años me pasaron cosas lindas, como dejar la música. Yo soy un retirado que volvió para este espectáculo. El rock no es un país para viejos”, se sinceró Ríos. “Hace 40 años que estoy en esta profesión”, hacía cuentas Ana Belén.

Los cuatro juntos sobre el escenario -ellos de estricto negro, y la dama de vestido rojo- inauguraron la noche con Hoy puede ser un gran día, apoyados por una big band de 13 músicos. Quizá como una forma de demostrar que la idea no era dar un espectáculo de la nostalgia, sino una celebración vívida de tantos años de música.

Tras el inicio, los anfitriones de la celebración fueron poblando el escenario en solitario y en formato de dúos, en la mayoría de las canciones. Cada uno fue mostrando su estilo como intérprete y narrador de anécdotas, y también su modo de concebir la música. Y entre todos dejaron al descubierto cómo el tiempo le dio nuevas dimensiones a sus repertorios.

Víctor Manuel fue de las canciones de amor romántico o por su tierra asturiana a las combativas enfocadas en la Guerra Civil Española. Sólo pienso en ti, Cómo voy a olvidarme y A dónde irán los besos fueron algunos de los títulos de su set solista.

Basta un breve repaso de la lista de temas, para ratificar que los cuatro son autores de al menos una docena de creaciones que se transformaron en himnos para varias generaciones. Serrat lleva la delantera en esa nómina de imprescindibles. Aquellas pequeñas cosas y “Cantares despertaron la primera gran ovación de la noche. El tiempo, que todo lo daña, pudo haberle jugado alguna mala pasada a las cuerdas vocales al “Nano”, pero la expresividad de esa voz cascada y profunda se mantiene indemne. Y aún más inoxidable cuando hace propios los versos de Antonio Machado: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». En No hago otra cosa que pensar en ti se sumó Ríos, con quien ensayaron unos pasos de baile para ilustrar la canción de un poeta enamorado.

“¿Sabéis lo que es bregar con esos tres?”, le preguntó al público, con un rasgo de complicidad, Ana Belén, cuando tuvo su momento en solitario en escena. Con una voz clara, la cantante y actriz le hizo un guiño al público argentino con Sólo le pido a Dios y siguió con Peces de la ciudad. Ésta última canción, que Joaquín Sabina le regaló para su disco homónimo, la interpretó a dúo con su hijo, el pianista David San José, en una de las versiones más cálidas y logradas de la noche.

La cuota rockera de la noche -campera de cuero negra y ademanes de tocar la guitarra tirados al aire incluidos-, estuvo a cargo de Miguel Ríos. Memorias de la carretera y su clásico Bienvenidos abrieron la cuenta personal del integrante más histriónico del cuarteto. “Este tema me abrió puertas de aquí, allá por el año ’84”, recordó, antes de hacer una versión opaca de Nos siguen pegando abajo, de nuestro Charly García. Y también hubo lugar para Santa Lucía, de otro argentino: Roque Narvaja.

Versiones a cuatro voces de Esos locos bajitos, Nada sabe tan dulce como su boca, Quiero abrazarte tanto y el Himno a la alegría, marcaron el comienzo de los bises, y del final del show. Una vez más, cada uno tuvo su último momento en solitario, hasta que pasada la medianoche el cuarteto emprendió la recta final con la españolísima La puerta de Alcalá y la infaltable e ineludible Fiesta, de Serrat. “Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta”, cantaron entonces los cuatro, a coro, poniéndole el broche de oro a un festejo sin tiempo que volverá a colmar al Luna de canciones, emociones y complicidades durante las noches de esta fin de semana.

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