De nuevo por el castell huyendo del tiempo tormentoso. Aquí hace un sol radiante, pero el calor no es excesivo. Ideal para que los del Sur, que andan en invierno, vengan a pasar unas vacaciones. ¿Y qué hará el Señor de Camprodón? ¿Estará también por ahí disfrutando del verano o andará metido en nuevas composiciones? Que conste que una cosa no está nunca reñida con la otra, muy al contrario, la mente trabaja constantemente y es precisamente en momentos de relax, cuando surge la idea.
Esto me recuerda una historia que se vivió no hace mucho precisamente aquí, en el castell, donde de vez en cuando hacemos limpieza general. En una de las habitaciones, en la torre que da al Norte, encontramos algo muy curioso. La estancia en cuestión estaba decorada con muebles como de finales del XIX o principios del XX y aspecto de no haber sido utilizada durante mucho tiempo. En el fondo del armario había dos libros idénticos: dos diarios. Estaban escritos con la misma letra, el mismo número de páginas y firmados por la misma persona. Las fechas eran idénticas y ambos se cerraban con la misma frase: “Ésta es mi verdadera historia. Beatriz.”
Los diarios llevaban ahí décadas sin que nadie los hubiera abierto y su autora, evidentemente, había abandonado este mundo muchos años atrás, tal vez el mismo día que dio por terminado el relato de su vida, o mejor dicho, los relatos, pues lo curioso de todo este asunto es que lo que allí se había plasmado era la historia de dos vidas totalmente diferentes.
En uno de los libros, Beatriz era una sirvienta, una ayudante de cocina entrenada desde niña en los duros trabajos domésticos de una época en la que no existían electrodomésticos y la manos eran la única maquinaria disponible. Parece ser que en aquella época el castell pertenecía a una familia acomodada que lo utilizaba durante la temporada de verano y a veces también en primavera, pues el aire del campo resultaba muy beneficioso para la madre, de salud delicada. De los cuatro hijos varones, el tercero andaba siempre persiguiendo a Beatriz con intenciones algo aviesas, hasta el punto en que la muchacha aceptó la proposición matrimonial del panadero del pueblo para huir de semejante persecución.
Su vida fue la normal de una panadera de la época. Trabajo desde la madrugada hasta bien entrada la noche, varios hijos y un marido aburrido, pero al cabo un buen hombre, trabajador y responsable de su familia. Enviudó siendo los hijos ya mayores. Como todos los varones habían ido a la capital a trabajar como obreros en una fábrica, ella vendió la panadería y se fue a vivir con ellos, ayudó en la crianza de los nietos y los últimos meses de su vida los pasó con su hija, que trabajaba en el castell, pues se había casado con el guarda. Este último detalle, su hija y el castell, es el único que coincide con el segundo diario y explica la presencia de ambos libros en esa recóndita estancia.
El otro diario nada tiene que ver con el primero. En él Beatriz se nos presenta como una famosa bailarina de ballet, instruida en tal arte desde la infancia, única hija de unos padres con recursos suficientes como para ofrecer una educación exquisita a su heredera. Viajó por toda Europa y llegó a ser primera bailarina de la compañía de la Ópera de París. Conoció el éxito y el lujo. Tuvo una vida intensa y varios amantes, pero su gran amor lo vivió con un aristócrata de origen alemán con el que llegó a casarse. Tuvieron varios hijos varones y una hija, la menor, casada con un empresario de Barcelona, y que se llevó consigo a su madre cuando ésta enviudó. Veraneaban en el castell y allí le debió sorprender la muerte a Beatriz, siendo ya muy anciana.
Las dos historias están relatadas con total veracidad, con todo tipo de detalles, sin embargo, está claro que sólo una es la auténtica. ¿Cuál de las dos? Seguramente una de las dos vidas se vivió en el mundo irreal y la otra fue fruto de su imaginación. ¿Una panadera que jugaba a ser bailarina o una bailarina famosa que jugaba a ser una humilde panadera? ¿Dónde está la verdad? ¿Está en lo que eres o en lo que puedes ser? ¿La vida o la imaginación? ¿La realidad palpable o los sueños? Para mí, ambas historias son válidas y en ellas se refleja fielmente la historia de la protagonista. Pusimos los libros en la biblioteca del castell, en un lugar bien visible, para que puedan leerlo quienes deseen acercarse a este lugar y contrastar esos dos aspectos de la realidad, de la vida misma.
Damablanca.

Si las piedras hablaran sólo un poeta las escucharía.