Chicos, aquí os dejo mi crónica (la he escrito a toda pastilla, que es tarde y hay que dormir) del concierto de esta noche. Ha estado cojonudo
Heridas de ida y vuelta
Teatro de la Zarzuela, Madrid. 19 de septiembre de 2010
Cuando tras 45 años de carrera, un artista todavía es capaz de sorprender a su público, un público tan fiel y exigente, el mérito no es poco. Pero, cuando, además, es capaz de mantenerlo en un respetuoso silencio tan sólo roto por emotivos sollozos, la cosa es irrepetible. Aunque al día siguiente, en el mismo teatro, en la misma ciudad y con el mismo repertorio, se repita ese sortilegio que se ha dado a llamar "Hijo de la luz y de la sombra". ¿Qué tendrá Serrat que es respetado por la derecha y casi venerado por la izquierda? Pues tiene, fundamentalmente, un carisma y un manojo de canciones de las que alguna vez todos nos hemos sentido parte. Eso creo.
Los teclados de "Kitflus" mandan silencio en la sala con el primer acorde. Y se oye la voz de Serrat, mucho menos cuarteada que a lo que nos tenía acostumbrado en los últimos años, tras las bambalinas: "Me llamo barrio aunque Miguel me llame...". Y comienzan a dibujarse las "tres heridas" (el amor, la muerte y la vida), al fondo del escenario. Porque el poemario de Miguel Hernández lleva a fuego esas tres cicatrices. Nació pobre y murió de manera miserable, con sólo 31 años. Con mi edad, pienso, y un escalofrío me recorre de arriba abajo.
Hace apenas 19 horas que falleció José Antonio Labordeta, y era predecible el "recuerdo cariñoso" que tuvo con su medio paisano al finalizar el primer tema de la noche. Es el cuarto recital de los nueve que ofrece en Madrid, una de las tres catedrales serratianas del país, junto con Barcelona y Sevilla. Avisa de lo que ya todos sabemos (incluso el más despistado): que, como desvela el programa de mano, es una noche puramente hernandiana. El repertorio es el esperado, aun cuando sé que tiene en la recámara, por si acaso, dos temas "escondidos", del primer álbum sobre el alicantino, "Umbrío por la pena" y "La boca".
Las nuevas canciones se van sucediendo, algunas, creo, con más acierto que otras, como es el caso de "Las abarcas desiertas", de exquisita factura. Y llega la primera parada embadurnada de nostalgia. "El niño yuntero" provoca el primer grito ahogado de emoción entre el público que abarrota el Teatro Lírico de la Zarzuela, a la espalda del Congreso de los Diputados. Entonces es cuando te das cuenta de que Miralles ha respetado al máximo los arreglos de Burrull, con una interpretación (perdón por el palabro) a-c-o-j-o-n-a-n-t-e tanto en lo musical como en lo vocal, pero también en el montaje visual que acompaña a la canción. A alguien, entre las butacas traseras, se le escapa un castizo "ostias" de lo más justificado.
Llegan el "Dale que dale", "El hambre" y "Tus cartas son un vino". Pero es cuando la sala se queda a oscuras y Serrat, con gesto grave, se acerca al micrófono para recitar "En Orihuela..." el momento en que el teatro se viene abajo de aplausos. Una curiosidad: el catalán cambia (a diferencia de lo que ocurre en el disco de 1972) una preposición muy controvertida de la introducción, tal y como la quiso concebir Miguel Hernández, que no se atrevió a decir que Ramón Sijé era una persona "a quien tanto" quería, sino "con quien tanto quería". No hay que perder de vista que el poeta y su amigo tenían una relación bastante mala cuando murió Sijé, un joven carcomido por conflictos sexuales, ultrarreligiosos y muy de derechas, cuyo sutil amor por su amigo Miguel ya había llegado a oídos de Hernández, que, con una sola preposición y con la mención repetida a la novia de Ramón Sijé en la elegía, Josefina Fenoll, pretendía así poner distancia entre ambos, pese al cariño que le profesaba. Es un poema hiperbólico, lleno de exageraciones, pero de una calidad indiscutible.
"El mundo de los demás" podría llevar camino de convertirse en otro clásico serratiano. Los versos son pura música, atemporales, y la interpretación sublime. Serrat está teniendo una noche redonda. Otro descubrimiento es el de Olvido Lanza, en la viola, que pasea "Menos tu vientre" en su arco como si llevara toda la vida haciéndolo.
Pero es con "Para la libertad" cuando Serrat nos avisa, puño en alto y con recortes de prensa de "El País", "ABC", "El Periódico de Catalunya" o el mismísimo "Alcázar" sobre asuntos de la transición (la matanza de los abogados de Atocha, la detención de Santiago Carrillo, el 23-F y la muerte de Franco) , que esto se acaba. Presenta a los músicos mientras arranca el bis ("Dale que dale"), y percibo otra curiosidad: deja para el último a "Kitflus", después de Miralles, a quien se dirige como uno más de la banda.
Al final, Serrat ha conseguido que no echemos de menos ni "Mediterráneo", ni "Lucía", ni "La saeta". El acuerdo al que ha llegado con el público se cumplirá: la próxima vez volverán a subir al escenario, aunque las tres heridas, esas que nunca se van del todo, floten en el ambiente.
SETLIST COMPLETO
01. LLEGÓ CON TRES HERIDAS
02. DEL AY AL AY POR EL AY
03. LA PALMERA LEVANTINA
04. LAS DESIERTAS ABARCAS
05. EL NIÑO YUNTERO
06. DALE QUE DALE
07. EL HAMBRE
08. TUS CARTAS SON UN VINO
09. ELEGÍA
10. SI ME MATAN, BUENO
11. TRISTES GUERRAS
12. MENOS TU VIENTRE
13. CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO
14. CERCA DEL AGUA
15. SÓLO QUIEN AMA VUELVA
16. EL MUNDO DE LOS DEMÁS
17. NANAS DE LA CEBOLLA
18. HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA
19. PARA LA LIBERTAD
20. HISTORIA CONOCIDA
21. UNO DE AQUELLOS
22. DALE QUE DALE (bis)